Luis Alfredo de Libano

Silvia S. Hagge
3 min readJan 17, 2024

--

Luis Alfredo. Noviembre, 2019. ©Silvia S. Hagge

Cuando abro el mapa para ver la ruta a seguir desde Laprida a Coronel Pringles hay algo que me llama la atención. Al oeste de Laprida y al norte de Coronel Pringles, encuentro un pueblo llamado Líbano. Soy nieta de libanés y tengo un profundo sentimiento e intriga por todo lo que me conecte con ese país. Estoy muy cerca para no intentar una visita a ese pueblo que queda a unos pocos kilómetros de donde me encuentro. Este pueblo perdido me llena de curiosidad.

Unos kilómetros de buenas rutas asfaltadas, campo a diestra y siniestra, me gusta lo que veo en la intersección entre la ruta principal y la que lleva al pueblo. Una escultura de un gaucho a caballo hecho de hierro y otros materiales reciclados. Grandes letras blancas que forman la palabra: LIBANO.

Llegamos al pueblo que a primera vista parece deshabitado. Calles vacías, casas cerradas, mucho silencio. Una gran particularidad salta a la vista: las calles son diagonales como nunca había visto en un pueblo argentino. “Como la ciudad de ‘La Plata’” más de uno me cuenta después como si fuera una novedad. Una de esas diagonales lleva a la plaza principal, infaltable en cada pueblo, a diferencia de que ésta tiene forma de rombo. Una capilla, una escuela, un jardín de infantes y una biblioteca llamada “Estrellita de Papel”.

En auto lo recorremos en cinco minutos. No cruzamos a nadie. A la distancia, distingo a una figura humana que podría ser un hombre de amarillo que camina en el jardín de lo que sería, quizás, su casa. Pienso en acercarme pero de pronto, desaparece como si se lo hubiera tragado la tierra. Desde casi la misma dirección, veo una moto que decide doblar hacia nuestra calle. La paro. Mameluco azul, gorrita con visera verde. Ojos claros, aire del Cáucaso. Luis Alfredo de 72 años, con todo su tiempo y voz pausada nos cuenta lo que le preguntamos y lo que no, también.

Para mi gran sorpresa, y desilusión, el nombre del pueblo, no viene por el país homónimo, sino porque era el apellido de uno de los dos pioneros que donaron tierras. Según Luis Alfredo, uno se llamaba Pontó y el otro Líbano.

Luis Alfredo se salvó del servicio militar por tener una hernia de ombligo. Cuenta que se casó joven y que su mujer tuvo un embarazo ectópico, la llevó de urgencia al hospital de Olavarría, pero no pudieron salvarla. Ella y el bebé murieron en el parto. Años después se casó con otra mujer con quien tuvo un hijo que ahora tiene 28 años.

Luis Alfredo, quien nos confirma que es descendiente de ruso-alemanes, según le contaron, trabajó casi toda su vida en el campo. Ahora está jubilado pero toma trabajos de carpintería. La esposa, jubilada de maestra, ahora es peluquera. Su hijo es chofer del auto de la Municipalidad. Con las dos jubilaciones, y los tres sueldos, logran más a menos mantenerse, pero dice que la cosa está bastante difícil.

Y así, de la misma manera que apareció, la moto de Luis Alfredo desaparece a lo lejos por una de las diagonales de “Libano”.

24 de noviembre, 2019

Entrada del pueblo Libano. Noviembre, 2019. ©Silvia S. Hagge

--

--

Silvia S. Hagge
Silvia S. Hagge

Written by Silvia S. Hagge

Primero viajo, después te cuento. El viaje es una excusa. Una excusa para sacar fotos. Otra excusa para encontrar historias.

No responses yet