JAPÓN 2024

Silvia S. Hagge
6 min readJan 1, 2025

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HOTEL CÁPSULA

Primera experiencia en un hotel cápsula.

9Hr Capsule Hotel For Women en Shinjuku, barrio de Tokio.

La cosa es así: edificio de nueve pisos en una esquina. Puerta de vidrio automática se abre y da a un cubículo diminuto. En la pared de enfrente, dos pantallas; a la derecha, una ventanilla de vidrio oscuro que después sabré que detrás se encuentra una diminuta oficina-depósito donde hay un par de empleadas de guardia soluciona-todo. Delante de mí, en la pantalla que no está ocupada por otra viajera, todo está escrito en japonés. Entiendo que hay que escanear un QR de reserva que no tengo. Bookingdotcom no me dio ningún QR. Dejo pasar a una local delante de mí que con apenas un par de maniobras recibe su llave-tarjeta. La otra, extranjera, pantalón leopardo, pelo de león y muy simpática me desea suerte. Me dice que tampoco tenía QR, que intente ingresar sin él que, a ella, le funcionó. Comienzo a apretar botones a lo pavota hasta que aparece una cámara que me filma pero que no me quiere con anteojos. Me los saco, pero sigo sin entender qué hacer después, hasta que entiendo que me pide que escanee mi pasaporte. Ya sabe quién soy. Me hace otras preguntas que gracias a Google Translate logro descifrar y ahí sí entiendo. Después de firmar con mi índice diestro sobre la pantalla, me escupe la tarjeta de la cápsula 713 con un QR impreso. Me da unas tantas indicaciones que luego entenderé y cumpliré.

Las cápsulas están desde el tercer al octavo piso, en cada piso hay veintiuna, los números comienzan con el 01 y terminan con el 21. Once inferiores, diez superiores. Entre cada set, escalones para ingresar a las que están arriba. Si los cálculos no me fallan, hay unas ciento veintiséis cápsulas en total. Los casilleros y las duchas están desde el subsuelo hasta el segundo piso.

Según mi número de cápsula, la 713, me toca casillero y ducha en el segundo piso. De las cuatro duchas que hay, tengo que usar la que me indican que compartiría con las mismas que comparten el mismo pasillo de casilleros que son unas catorce. Ese pasillo da directo a la entrada de nuestra ducha asignada. No se puede usar otra. En cada planta, además de las veinte cápsulas, hay dos baños y un lavabo.

El último piso, el noveno, tiene una sala cómoda cuando somos pocas e incómoda cuando demasiadas decidimos ocuparla. En el fondo, una línea de cinco cubículos individuales separados por paneles divisorios para poder trabajar con relativa privacidad. En el centro de la sala, una mesa grande donde algunas comen su cena comprada en un conbini o en una máquina expendedora, y a lo largo de uno de los ventanales, una barra para trabajar con vista.

A los pisos de las cápsulas no se puede subir con valijas ni con zapatos; éstos deben quedar siempre dentro de nuestros casilleros. Se puede caminar en pantuflas, las que vienen en el canasto con el kit de higiene que incluye además pijamas y toallas. Un par de extranjeras prefieren hacer parecer que no entendieron.

La tarjeta de habitación cuyo QR debería permitirme abrir mi casillero, funciona una vez cada cinco. Es un inconveniente que me harta y no tardo en ir a reclamar una solución a la ventanita oscura de la entrada. Me dan una llave convencional que me alivia.

Me siento como una estudiante universitaria en su campus, pero ya no me entusiasma tanto todo el trajín de organización que significa pensar qué llevar a la cápsula y cómo prepararme para evitar tener que ir al casillero cada vez que me olvido algo. No estoy segura de disfrutarlo.

La cápsula en sí no me parece para nada claustrofóbica. Me toca la inferior, fácil de acceso, aunque está pegada a la puerta de entrada al cuarto y eso no está bueno. El vaivén llegará a ser bastante pesado. La cápsula es más bien agradable y más confortable de como la imaginé. El material plástico que la recubre me resulta higiénico y fácil limpiar. Bueno, cabe destacar que los japoneses tienen siempre todo impecable; sus vértices y aristas son redondeadas. Hay un par de huecos para poner cosas personales, un enchufe, luz, sábanas blancas impecables y almohada forma de medialuna. Si bien las cápsulas son privadas y oscuras, alguien dejará la luz principal encendida toda la noche lo que no me permitirá dormir bien a pesar de tener, siempre tan precavida, los antifaces y tapones de oídos que llevo a todos lados. Como si hubiese sido azafata. Me despierto cada vez que alguna compañera entra al cuarto a cualquier hora, o cuando alguna que otra roncona comienza su show. A un par se les ocurre ponerse a charlar a altas horas de la madrugada, pero después me pregunto si hablan en sus sueños. ¿Seré yo la que ronca y habla? Rápidamente llego a la conclusión de que a esta edad ya no estoy preparada para atravesar por este tipo de experiencias.

En este hotel en Shinjuku sólo conseguí lugar para una noche, las otras dos las pasaré en otro de la misma cadena, pero después entenderé por qué salió mucho más barato.

EL 9Hr de Kanda tiene el mismo estilo de cápsulas, el mismo estilo de kit, el mismo diseño, pero al ser un edificio más chico, no la misma comodidad que el anterior.

La entrada ya no es con máquina sino que hay una recepcionista de carne y hueso que tiene además que lidiar con las pasajeras que caen con valijas enormes que no entran en los casilleros que son la mitad del tamaño que en el otro lugar. Los casilleros están solamente en la planta baja donde hay también un baño y un lavabo.

Mi cápsula 610 está en el sexto piso y comparto con otras trece. Esta vez me toca una cápsula superior. Me alegra saber que puedo tener también la experiencia de subir, aunque enseguida me arrepiento. Es bastante tedioso agregarle a lo tedioso que es la organización para irse a dormir, la subida por escalones que es muy fácil para una millennial pero no tanto para una chica generación X.

Las seis o siete duchas de todo el edificio están en el segundo piso, y una de ellas tiene bañera que no me enteraré hasta el último día. Se puede elegir la ducha que esté libre y hay seis lavabos enfrentados. Y un par de baños. Las cápsulas están entre los pisos tercero y séptimo. Calculo que unas setenta mujeres podemos dormir ​​por noche en ese edificio tan estrecho.

Al ser un lugar más chico, no hay sala comunitaria para sentarse, comer o para usar de oficina. Este tipo de hotel es exclusivamente para dormir. De hecho, a pesar de haber reservado para dos noches, estoy obligada a hacer el check-out todas las mañanas a las 10.00 y no se permite volver a entrar hasta las 14.00. Si bien mantenemos los mismos casilleros y camas, no tenemos permitido quedarnos adentro. Y eso, es un garrón mayor.

La conclusión es que para mi gusto, a mi edad y con lo acostumbrada que estoy en dormir en profundo silencio, es una experiencia a hacer una vez en la vida y sólo por una noche. O en caso de vida o muerte.

Tokio, Japón. 27 de octubre, 2024

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Silvia S. Hagge
Silvia S. Hagge

Written by Silvia S. Hagge

Primero viajo, después te cuento. El viaje es una excusa. Una excusa para sacar fotos. Otra excusa para encontrar historias.

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