Choque entre perdidos

Silvia S. Hagge
2 min readSep 4, 2024

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Una paloma me miró de reojo. Cuando se dio cuenta de que no tenía comida para darle fue a mendigar a otro lado. Quizás le llamó la atención las zapatillas verde-chillonas o mis anteojos grandes de carey. Me miró con una mirada penetrante, del ojo derecho. El izquierdo apuntaba a las vías del tren. Sentada sobre el banco gris, los mosaicos amarillos de la pared a mis espaldas, espero el próximo tren porque acabo de perder uno que vi alejarse cuando estaba cruzando el puente de la estación Sargento Cabral de la línea Urquiza.

Las obligadas visitas a San Miguel son tediosas. Viajar en auto no es una opción, a falta de uno y porque es complicado conseguir un taxi para regresar. Lo mejor es el tren. A la ida opté por el San Martín, conveniente por mi cercanía de la estación Palermo. Si los astros están alineados, llego a destino bastante rápido. La razón del viaje de hoy era ir a una escribanía para firmar algo que pensaba que era el fin de un largo camino pero resultó ser solo el comienzo de otro. Después de la espera, que no fue corta y de la firma, que no fue larga, decidí regresar por otro camino y dejarme llevar cual viajera en país desconocido, por calles que nunca había caminado y sorprenderme por la luz del sol de una mañana de marzo, la brisa en mi piel, el chillido de las chicharras que auspician uno de los últimos días de calor en este otoño que apenas empieza.

Veredas anchas, bastante limpias a pesar de las hojas doradas que cayeron de los árboles que ya no dan tanta sombra. Casas chicas de una clase media que sigue queriendo, chalets más grandes que cuestan mantener. Se respira tranquilidad y se escucha silencio. Y así, perdida en mis pensamientos, consciente del presente placentero, por la vereda ancha y tranquila, ví que venía de frente, hacia mí, un joven de unos dieciocho años de clase media, con mochila, posiblemente de regreso de clase. Ni él ni yo cargábamos teléfonos en las manos. Yo, un libro y una lapicera. El, nada.

En un instante me olvidé de su presencia y bajé la mirada para ver la vereda de baldosas tan nuestras y esas hojas desparramadas por ahí. Habrá sido un segundo que me perdí en mis pensamientos cuando me sorprendió un choque con este joven. Nos estrellamos de frente, nos golpeamos pecho contra pecho. Nos miramos, sorprendidos, desorientados. Nos disculpamos mutuamente. Toqué mis bolsillos y mochila a ver si no me faltaba nada. Creo que él hizo lo mismo. Seguimos caminando nuestros caminos hacia lados opuestos. Nos dimos vuelta al mismo tiempo, nos volvimos a mirar, incrédulos, confundidos de lo que acababa de suceder.

Muñiz, 26 de marzo, 2024

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Written by Silvia S. Hagge

Primero viajo, después te cuento. El viaje es una excusa. Una excusa para sacar fotos. Otra excusa para encontrar historias.

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