BUSCANDO A HUSAIN ALI 7

Silvia S. Hagge
5 min readOct 1, 2023

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Ellos: ¿Por qué viniste a SoHmor? ¿Cuál es tu propósito? Algunas personas del pueblo sospechan de tus intenciones acá. Sabes, los espías de Israel. Hemos tenido muchos problemas.

Yo: Vengo a buscar mis raíces.

¿Cómo sabías que tu abuelo venía de SoHmor? ¿Tienes pruebas? Sabes que la gente del pueblo tiene miedo que los que vienen a buscar sus raíces vengan a reclamar tierras.

Esa no es mi intención, aseguro. Y aquí tienen la prueba de mis raíces, mientras les muestro el acta del matrimonio de mi abuelo Husain Ali, hijo de Hadija El Khechen y Ali Hagge, nacido en la Siria de 1895, con mi abuela Emma Amar, hija se Husein Kamar.

Se tranquilizan.

¿Cuánto tiempo te quedarás en El Libano? ¿Vas a volver? La próxima vez tienes que venir con tus hijas y tu hermano.

¿Qué te parece El Libano? ¿Qué piensas de SoHmor? ¿Te gusta?

Siento que constantemente necesitan una confirmación de que estamos en el mejor lugar del mundo. Están tan convencidos.

La mamá y el hijo de Yamama. SoHmor, septiembre 2023. ©Silvia S. Hagge

¿Qué piensas de nuestras familias, de nuestro estilo de vida y de nuestro respeto por los adultos y el amor por los niños? En Europa es diferente, ¿cierto? Allá no se cuidan tanto a los abuelos como acá, ¿cierto?

Necesitan también esa confirmación.

No están tan errados.

¿Qué piensas de la comida libanesa? Acá comemos todo orgánico, nada procesado. Nuestros árboles nos dan tanto.

No puedo negarlo. Es inexplicable lo rico que da el valle.

¿Por qué tu apellido es Hagge? Tu apellido debería ser Kamar. Tienes que cambiarlo.

Sonrío. Les digo que ahora soy Silvia Al Hajj Kamar y quedan contentos.

¿Tu abuelo era musulmán? ¿Y tu padre? ¿Cuál es tu religión?

¿Qué piensas del LGBT? Nosotros lo condenamos.

Dudo qué responder.

¿Tus hijas están casadas? ¿Todavía no?

¿Qué edad tienes? Oh, pareces más joven.

Me dejan feliz.

Bellas madres jóvenes. SoHmor. Septiembre, 2023. ©Silvia S. Hagge

¿Por qué no hablas árabe? Deberías aprender.

No se dan cuenta de que hace unos años lo vengo intentando.

¿De qué trabajas? ¿Cómo te mantienes?

¿Por qué te quedas en un hotel y no en nuestra casa? No podemos aceptar que un pariente tenga que pagarse un hotel.

No podría contarles sobre mi necesidad de espacio. Mi libertad.

¿Qué piensa tu familia de lo que has descubierto?

¿Cuántos Kamar hay en la Argentina? ¿Nos muestras fotos?

Hay exclamaciones, risas, lágrimas. Quedan impresionados con los parecidos.

Ellos: ¿Qué es esa botella sobre la mesa (de los Amar en José C. Paz en 1970) en esta foto? ¿Vino? ¿Tomas alcohol?

Yo: Ehhhhhh.

Los viejos, los más cuidados. Los más respetados. Los tratan como si fueran una cajita de cristal. Cuando Ahmad se levanta por la mañana o de la siesta o cuando regresa de la mezquita y no lo vieron por unas horas, se le acercan, uno detrás del otro, sus hijos e hijas cincuentones o más, para saludarlo. Un beso sobre la mano, un beso sobre la frente. Le dicen unas palabras. Los ojos húmedos. Jafar me dijo, Hussein hijo de Mahmoud, también. Cuando sus padres llegaron a cierta edad, 55 o 60 años, les dijeron que llegó el momento de descansar y que ahora sus hijos lo iban a mantener. Así es la jubilación de Ahmad, Kassem o Mahmoud y tantos viejitos en esta familia, o en este pueblo. Los escuchan con respeto, los observan con admiración.

Ali Kiri Kamar. El abogado y su pipa. SoHmor, septiembre 2023. ©Silvia S. Hagge

Los niños. Muchos besos y demostración de cariño. Se les pone límites, se los educa a respetar al adulto y a jugar en armonía con sus primos. Los varones juegan al fútbol. Las chicas inventan juegos en el patio. Con agua, con pollitos que les regalaron, con tierra. El teléfono está entre todos pero es de los padres. Se usa menos pero se usa.

Los adolescentes hombres juegan al fútbol, casi sin excepción, y vuelven bañaditos a la reunión familiar. A partir de los quince años ya no los puedo saludar dándoles la mano. Algunos se acercaban preguntándome por mis hijas. Buscan casarse por un pasaporte. Lo dicen en chiste, pero. Las chicas adolescentes se cubren la cabeza a partir de los doce años, por propia iniciativa, me cuentan. Y ellas se aseguran de decírmelo con orgullo sin que les pregunte. Estudiosas, muchas sin apuro para casarse. Me alivia.

Los hombres adultos de la familia que conocí se dedican a cosas muy variadas. Los que ya son abuelos han trabajado duro. Algunos, los que se fueron a probar suerte a Venezuela, Colombia, Brasil, Canadá, fueron comerciantes. Algunos hicieron algo de plata y volvieron. Otros, como Mahmoud, que comenzó como vendedor ambulante en Barranquilla, Colombia por los años cincuenta, terminó con un negocio de electrodomésticos que tuvo que abandonar porque la mafia le exigía coimas que no quería pagar. Después que le mataron a un colega delante de él, huyó y volvió a SoHmor. Perdió todo. Volvió a empezar de cero. Otros, como Ahmad, trabajaron en la construcción de diques. Después de hacer el del lago Qaraoun que está cerca del pueblo, lo mandaron a Arabia Saudita y luego a Ucrania para hacer lo mismo. Volvió con ahorros. Después abrió una casa de venta de revestimientos, negocio que siguen sus hijos Jafar y Rida.

Aya Kamar y su gato. Artista y muy estudiosa. SoHmor, septiembre 2023. ©Silvia S. Hagge

Kassem, por su lado, abrió varios restaurantes en Arabia Saudita y le fue muy bien. Creo que son los que mejores están. Su hijo Mohamad es un politólogo exitoso. Sus hijas, todas casadas, portan chador, muchas maestras, llenas de hijos bien educados. Otros cuarentones solteros de alguna de esas tantas ramas de la familia viven en Beirut. Abogado, comerciante especializado en instrumental médico, más comerciantes.

En la familia hay también un par de Moghtars (intendentes del pueblo), un carnicero, dueños de almacén, de tiendas de ropa, más maestras, profesoras de literatura y lengua árabe, traductoras de árabe e inglés. Madres.

En mi familia de SoHmor hay también soñadoras de una vida diferente que no saben si podrán.

La esposa de Kassem, con su hija y nietos. SoHmor, septiembre 2023. ©Silvia S. Hagge

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Written by Silvia S. Hagge

Primero viajo, después te cuento. El viaje es una excusa. Una excusa para sacar fotos. Otra excusa para encontrar historias.

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